La música
retumbaba en mis oídos. Empezaba a sentirme mal, y para colmo, había perdido de
vista a María y a Ivana. Me terminé el líquido de mi vaso y eché a andar por el
establecimiento. Iba con la vista clavada al suelo, con cuidado de no pisar
cristales rotos. Aun así vi muchos matasuegras y guirnaldas. Y es que… ya era
año nuevo. Pensando en eso, saqué el móvil del bolso y mandé un mensaje de
felicitación a mi grupo familiar. Me sabía mal no haber podido estar con ellos,
pero ahora que ya era mayor de edad debía aprovechar mi libertad, ¿no?
- Menos mal que te encuentro, – gritó María apareciendo a mi lado –
Ivana se pensaba que te habías ido.
Echamos a
andar hacia una plataforma, subimos a ella y nos dirigimos a la barra, donde
esperaba Ivana.
- ¿Dónde estabas? – preguntó esta al sentarme a su lado.
- - Donde me habíais dejado. No lo hagáis más, por favor. Sabéis que
me pongo muy nerviosa. – Rogué.
- - No volverá a pasar – aseguró María.
- - Más os vale.
- - Oye Bea, ¿ese de ahí no es Lucas? – preguntó Ivana señalando
algo a mis espaldas.
- - ¿Qué? ¿Dónde? – giré apresuradamente donde está señalando y le
veo allí. Rodeado de sus amigos, al lado de una mesa. – Sí. Es él.
- - Salúdale – me animó María.
- - Ni de coña, – saltó la otra – Bea ya se ha recuperado de la
ruptura. Además, es un bombón y no tardará en dejar de estar soltera. ¿Verdad?
- - Yo hablaría con él.
- - Pues yo no, – declaré – lo pasé mal y ahora es mi momento. He de
estar con mis amigas, con mi familia y abrirme a otros chicos. Lucas es pasado.
- - ¡Esa es mi chica! ¿Bailamos? – preguntó Ivana. María asintió y
las dos se fueron a la pista de baile tras decirle que me iba a unir en un
rato.
Me fijé
otra vez en Lucas. Hasta de lejos se apreciaba lo guapo que era. La primera vez
que le vi, su altura le pareció imponente. Y no ayudaban sus ojos grises como témpanos
de hielo. Pero luego sonrió y se agitó el pelo castaño y le pareció enternecedor.
Empezó a hablar conmigo y yo no me lo creía. ¿Qué hacía el guapísimo mejor
amigo de su hermana hablando con una criaja como ella? Pero sí, le hablaba a
ella, y se pasaron toda la tarde hablando de libros y de series.
Dejé de
pensar en el pasado, en el momento que vi que una chica de su alrededor se
acercaba a él y le susurraba algo al oído, señalándome. Cuando nuestros ojos se
cruzaron, aparté la mirada e intenté disimular lo mejor que pude. Me acabé el
cubata y me levanté, cogí el bajo de mi ajustado vestido rojo y lo baje. Luego,
con la cabeza alta eché a andar hacía donde estaban mis amigas. Y todo sin
mirar atrás para asegurarme de que me seguía mirando. Cuando llegué al lado de
Ivana me tranquilicé, la abracé y justo después empecé a bailar. Me moví como
si no hubiera un mañana, meneando mis caderas y agitando mi rubio pelo. Bebí
mucho y también bailé con muchos. Y cuando me quise dar cuenta, María ya se
había ido con Noel y solo quedábamos Ivana y yo junto a algunos más.
- - Nena, ¿vamos yendo? Esto empieza a estar muerto – me propone mi
amiga.
- - Sí. Pero espera, voy a buscar mi abrigo, ¿te traigo el tuyo?
- - Por favor.
Me dirigí
hacia el guardarropa y una vez allí, le enseñe el identificador de Ivana y el
mío al chico que atendía. Él regresó con los abrigos. Poniéndome el mío di
media vuelta y me encontré de frente con Lucas. Agaché la cabeza y empecé a
andar, como si no lo hubiera visto.
- - ¿Bea? ¡Espera! – pidió. Le ignoré. – Sé que me has oído, no
finjas.
Me detuve
de repente y di media vuelta, mirándolo de frente. Clavé mis ojos verdes en los
suyos e intenté disimular mi nerviosismo.
- - ¡Eres tú! Te vi a lo lejos pero no podía confirmarlo. Madre mía,
como has crecido. ¡Estás guapísima!
- - Tú también. ¿Qué haces aquí? ¿No estabas en Noruega?
- - Sí, pero ya he vuelto. El erasmus solo es un año, ahora estoy
aquí, estudiando en la Universidad.
- - ¿Lo sabe mi hermana? – pregunté.
- - Sí. Ya la saludé. ¿Qué tal con tu novio?
- - ¿Novio? ¿De qué me estás hablando?
- - Tu hermana dijo que estabas saliendo con un tal Jesús. ¿No es
cierto? – su sonrisa se hace cada vez más grande.
- - No conozco a ningún Jesús. Pero, ¿por qué te lo ha dicho Laura?
- - Ya sabes, a tu hermana nunca le gustó que saliéramos juntos.
Le
sonreí, era verdad, siempre que nos veía juntos hacía una mueca y se iba.
Llegué a pensar que era porque le gustaba Lucas, pero no, porque estaba
saliendo a escondidas con un tal Juan. Sólo era una hermana sobreprotectora.
- - Bueno, entonces, supongo que no hay ningún problema en que
volvamos a salir, ¿no? – Murmuró Lucas muy cerca de mí.
Me envolvió
la cintura con sus brazos y me estrechó hacia él. Rozó sus labios con los míos
delicadamente y al ver que no me aparté, los juntó definitivamente. Le
correspondí al beso lentamente, estremeciéndome. Pero de repente, recordé las
palabras de Ivana y me separé de él.
- - No, – susurré – de verdad que no. ¿Sabes lo mal que lo pasé
cuando rompiste conmigo? Estuve sin comer semanas.
- - Es verdad, no lo hice bien. Pero no creía que lo nuestro fuera a
funcionar. Ya sabes lo que dicen de las relaciones a distancia.
- - ¡Podríamos haberlo intentado! Llevábamos saliendo dos malditos
años. ¿Por qué echarlos a perder? – noté como una lágrima resbalaba por mi
cara.
- - Mira, yo no tenía intención de romper. ¿Pero viste como
terminaron Sandra y Luis? No quería que eso nos pasará a nosotros. – Me limpia
la lágrima con el pulgar y me sujeta la mejilla con la mano. – Además, estaba
tu hermana diciéndome que te haría un favor. Que debías vivir tú último año de
instituto al máximo, y yo la creí.
Aparté la
mirada y apoyé la cabeza en su pecho. Cerré los ojos y me concentré solo en los
latidos de su corazón.
- - ¿Podrás perdonarme? – susurró tiernamente en mi oído.
Estuve
largo rato con los ojos cerrados, recordando nuestro primer beso, nuestra
primera cita, la primera vez… Y me doy cuenta de que quiero revivirlo, y esta
vez, ser plenamente consciente de mi primer amor.
- - Sí que puedo perdonarte – susurré aún con la cabeza apoyada en
su pecho.
- - Te quiero, Bea.
Levanté
la cabeza y le miré a los ojos.
- - Te quiero, Lucas.
- - Es hora de tomarnos esto como un propósito, ¿no? – Murmuró
dulcemente este en mi oreja, estrechándome contra su cuerpo.
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