No es un relato, es el comienzo de una pequeña historia que estoy haciendo, ¡espero que os guste!
Con un suspiro de cansancio, me levanto del mullido sillón. Cojo mi equipaje del estante superior del avión y me dispongo a salir de este. Al bajar la escalerilla que conduce a la pista, me estremezco al notar la ráfaga de aire fresco en mi piel. Inspiro profundamente y me doy cuenta de que no he echado nada de menos esto.
Con pasos de plomo camino hacia la salida, donde veo a mi padre apoyado en su todoterreno. Al verme, inclina la cabeza y corre a abrazarme. Me estrecha entre sus brazos por un largo rato, hasta que yo me aparto cohibida. Me dice lo mucho que he cambiado y yo, azorada, le recuerdo que nos vimos el verano pasado, cuando vino a verme junto a Daisy.
Nos metemos en el coche y emprendemos la vuelta a casa. Dejamos atrás la bulliciosa ciudad de Minneapolis y nos adentramos cada vez más en los densos bosques del norte de los Estados Unidos. El coche asciende por la cuesta cada vez más y más rápido. Al llegar a la cima toma una bifurcación y nos adentramos en el municipio de Linwood, mi ciudad natal.
El coche por fin se detiene frente a una casa adoquinada familiar. Me apeo de un salto y echo a correr hacia la puerta con mi padre pisándome los talones. Mete la llave en la cerradura y abre la puerta. Entro como una exhalación y espero a que mi hermana baje corriendo las escaleras y salte a mis brazos, que me rodee con sus piernas y se ría de mis pómulos marcados a la vez que yo de sus rellenas mejillas.
- No está aquí, - explica papá - ha ido con su amiga Jenny.
- Ah, pues nada. Voy a descansar un rato.
- Claro, tu habitación está donde siempre, por cierto, ¡ya han llegado las cajas con tus pertenencias!
Apesadumbrada le doy una sonrisa de boca cerrada y me dirijo escaleras arriba. Abro la puerta con una L pintada en dorado y entro en mi habitación. Poco me importa que sea infantil, con las paredes de un tono lavanda y la cama llena de ositos de peluche. Cierro las persianas y me dejo caer en el catre, lista para echar una cabezadita.
Horas después me levanto al sentir risas. Aún desorientada, me incorporo e intento despejarme un poco. Me dirijo a la ventana y abro las persianas. Me encaramo al exterior y miro a través del cristal, pero para mi sorpresa solo veo la ventana de la casa de al lado. Y en el interior, a una chica en los brazos de un chico, ambos unidos en un beso apasionado. Y cuando la chica desaparece de la escena y yo ya estoy dispuesta a apartar la vista y retirarme, el chico levanta la cabeza y sus ojos se clavan en los míos. Dos esferas de hielo me dejan clavada en mi sitio. Reconocería esa mirada en cualquier lugar y en cualquier situación...
¿Ese chico era Travis?